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comercio, especulación, Hermes, mercancía, Mercurio, Oficina de objetos textuales perdidos, Roger Colom
Allá por 2009, Roger Colom andaba pensando en escribir un artículo sobre la frecuente aparición del dios Mercurio en las representaciones escultóricas que adornaban fachadas e interiores de edificios nobles de finales del XIX y principios del XX dedicados al comercio o los negocios en la Argentina. Para tal fin me pidió un informe sobre los posibles vínculos etimológicos entre ‘mercancía’ y Mercurio, con un apéndice sobre ‘especulación’. Lo creía perdido, lo he reencontrado recientemente, y no resisto la tentación de ofrecérselo a usted, amable lector, en esta subsección de La guillotina piano que es la Oficina de objetos textuales perdidos.
Mercurio
Mercurio no es el origen de mercancía o mercantilismo. Es más bien al contrario, y el nombre MERCURIUS proviene del latín MERX, MERCIS que significa eso, ‘mercancía’, mercancía en castellano proviene del italiano, pero eso lo explicaré más tarde, porque lo de MERCURIUS tiene su gracia. Me explico. Fue una tradición comúnmente aceptada que el dios Mercurio fue importado por los romanos de los etruscos, pero el nombre MERCURIUS no (en etrusco era TURMS, que léxicamente parece un cruce entre el egipcio TOT y el griego HERMES, pero lo más importante es que el etrusco no es una lengua indoeuropea. Luego vuelvo sobre eso), su primera aparición en Roma data del 495 a.C., y parece desde el principio influido por el HERMES griego.
De hecho, TURMS es un mediador con el inframundo y mensajero de los dioses, nada más, y sólo aparece en los relatos de la mitología etrusca, fuertemente influida por la griega, seguramente por sus contactos tanto en Anatolia como en la península itálica. Que los romanos tomaran a TURMS y lo convirtieran en MERCURIUS parece poco fundamentado, si además tenemos en cuenta que podían haber tomado prestado a HERMES directamente, pues buena parte de la península itálica estaba colonizada por los griegos, y más si las advocaciones de MERCURIUS y las de HERMES coinciden en su práctica totalidad…
Existen referencias en inscripciones de otras ciudades latinas que hablaban lenguas diferentes del latín, pero de su misma familia indoeuropea, todas las cuales apuntan a la forma MERKUS, MERKUOS, MERCUI, MIRIKUI para denominar al dios. Lo importante es que la raíz permanece a través de las familias lingüísticas itálicas de origen indoeuropeo. El etrusco no es de la familia indoeuropea, y es muy probable que su origen lingüístico y étnico esté en el Asia menor, en la península anatolia, desde donde se habrían visto obligados a desplazarse durante las invasiones indoeuropeas, al final de la prehistoria. Lo curioso es que probablemente quienes les desplazaron, los antecesores de los indoeuropeos anatolios que luego conoceríamos como hititas, tengan la clave del nombre. La raíz MERK-, MARK-, aparece en textos hititas con el significado de ‘dividir, distribuir, cortar’ en relación con el comercio de la carne. En griego, el verbo MERITZO tiene el mismo significado, excepto el comercio de la carne, y HERMES es, también, el dios de los pastores y las vacadas. En conclusión, que el nombre del dios del comercio parece provenir de un fondo común indoeuropeo con paralelismos sorprendentes (KAN MARK es el termino hitita para el comercio de la carne, y COM MERCARI el término latino para ‘comerciar’). El irlandés MARKAT, el germánico antiguo MARKT, el britónico MERCHER, todas lenguas indoeuropeas, aunque pueden ser préstamos del latín, apuntan a ese fondo indoeuropeo, que no sólo afecta a la lengua sino a las tradiciones religiosas. En cualquier caso, que la raíz del nombre Mercurio esté relacionado con el comercio de la carne, el pastoreo y las vacadas tiene su gracia en Argentina.
Como he dicho antes, toda la familia procede del latín MERX, MERCIS, que en latín era, simplemente, mercancía, pero del que deriva el también latino MERCES, MERCEDIS, que pasó a significar paga, recompensa, y del que deriva el castellano merced en su sentido de ‘Dádiva o gracia de empleos o dignidades, rentas, etc., que los reyes o señores hacen a sus súbditos’, y como consecuencia el sentido antiguo ‘misericordia, perdón’, así como el resto que aparecen en el diccionario de la RAE.
La forma más antigua en castellano es mercader (que vacila con mercador, que es la forma portuguesa habitual), ya desde 1115. La primera datación catalana de la palabra es más o menos de la misma fecha, aunque la forma occitana mercadier o merchadier parece anterior, y no hay que olvidar que el catalán fue un dialecto del occitano hasta prácticamente el siglo X. En francés medieval oscila entre mercier, mercheor (seguramente propia del francés normando de las islas británicas), mercadier (seguramente influencia del occitano) y mercator (seguramente un latinismo porque la palabra latina es MERCATOR, MERCATORIS). La gracia de todo esto es que Corominas, que convirtió el nacionalismo lingüístico catalanista en una religión de la que él mismo era el mesías, y que convirtió sus diccionarios en auténticos panfletos anti-herejes, insiste en que el castellano mercader es un catalanismo del castellano, lanzando una puyita hacia el “poco aprecio de que en Castilla disfrutaba esta clase social” con una cita del Guzmán de Alfarache, del siglo XVII. Tal y como lo dice, parece una barbaridad, pero en realidad puede que no anduviese muy desencaminado, y que el castellano mercader provenga de una contaminación por doble vía, del occitano mercadier y del catalán mercader, puesto que la primera datación en castellano es de un documento de Tudela, Navarra, que durante los siglos XII y XIII estuvo controlado por élites occitanas, y sus documentos legales fueron redactados en el dialecto gascón del occitano (sí, gascón, como D’Artagnan). La otra parte de razón que puede tener es que durante la alta edad media, y hasta el siglo XIV, Castilla es una sociedad con un escaso nivel de conexión con el resto de Europa, simplemente porque estaba aislada, sin salida al mediterráneo (hasta que Alfonso X conquistó Almería), y sin contacto directo con las rutas comerciales, ya que habían de pasar por los reinos independientes de Navarra o Aragón (que incluía Catalunya, claro). Con lo cual, es bastante plausible que los mercaderes (al menos los importantes, o los que conectaban a Castilla con las rutas de comercio europeas) fueran de esas dos nacionalidades, y de ahí que no sea tan extraño que el occitanocatalán mercader/mercadier diese origen al castellano mercader sobre la base del galaico-portugués mercador.
Mercar y mercado parecen las formas más antiguas en castellano y (los correspondientes mercar, mercat en catalán), todas provenientes del latín MERCARI, ‘comerciar’, y el mismo Corominas dice que está vivo en Argentina con una cita de Santiago del Estero. Merca como ‘compra, negocio, mercancía’, naturalmente derivado de mercar está atestiguado en castellano desde el siglo XIII. Que en Argentina llamen merca a la cocaína es, pues, un arcaísmo muy curioso.
Mercancía, mercantilismo, mercantil, etc. derivan del italiano mercanzia, como también mercante, que tampoco aparece en castellano antes del siglo XV.
Mercurial es un adjetivo que se aplica al que pertenece al gremio de los comerciantes ya desde época romana. Pero también significa ‘volátil, errático o inestable’…
Especulación
Cultismo del latín, SPECULATIONE, ‘observación, examen, contemplación’, que a su vez es un derivado de SPECULUM, ‘espejo’, que a su vez es un derivado de latín arcaico SPECERE, ‘mirar’. No adquirió su significado financiero hasta finales del siglo XVIII. Antes significaba simplemente ‘disquisición teórica’. Igual puedes sacar algo en torno a la especulación financiera como un juego de espejos en donde la mercancía real no es tan importante como la imagen que se transmite de la misma.